Ese miércoles festivo me fuí con Darío al Majal Blanco, pensando en hacer la "ruta amable" de unos 3 km. Pero por el camino ya voy pensando que si quiero ganarme un trago de vino y un poco de jamón que llevo en la mochila, no tengo que doblar las rodillas para hacer marinconadillas de 3 kilómetros. Y con estas estoy, que decido hacer algo un poco más largo, de 7 km, y que se quede sólo en una mariconada.
La ruta elegida es la que recorre el Barranco Blanco por sus dos márgenes, primero hacia el norte y luego hacia el sur y que sale desde el aparcamiento del parque. Ya la hice con Pablo y con Mar hace unos dos años. Su nombre técnico es el PR-MU 52. Es una rutilla sencilla (150 mt de desnivel), con vistas bonitas que se puede hacer en una hora y media o dos, parando a almorzar. Te puedes encontrar con jinetes a lomos de bonitos caballos paseando por la senda de la margen derecha del barranco y un área con oliveras justo a mitad de camino, ideal para hacer una paradiña.
Este es el montaje hecho de las fotos y videos que grabé.
jueves, 16 de diciembre de 2010
jueves, 5 de agosto de 2010
Fin de semana en Tolosa (3 y 4 de julio, 2010)
Organizamos el primer fin de semana de julio en Tolosa, al lado de Alcalá del Júcar, con la gente de Avenjúcar.
El sábado por la mañana hicimos un poco de remo con canoa frente a las instalaciones de Avenjúcar. Por la tarde una gymkana por el bosque, junto al poblado de la antigua central hidroeléctrica, que nos dejó boquiabiertos en cuanto a su originalidad. Disfrutamos todos como enanos, con la historia contada por Alberto, que nos sumergía en el mundo del Zascandiles, mediante la búsqueda de pistas y la resolución de acertijos y originales trabalengüas. El domingo hicimos un descenso en rafting por el río Cabriel, de una hora y media, con tramos animados. Genial de nuevo !! Volvimos a Murcia con las pilas cargadas
jueves, 25 de marzo de 2010
Subida al Alto del Puerto. 14/03/2010
La subida al Alto del Puerto impresiona sólo con levantar la vista y observarlo en imponente panorámica, dominando todo el Puerto de la Cadena. Su figura es fácilmente reconocible: un farallón de caliza sobre el que se asientan los restos de un antiguo castillo árabe y desde el que se puede ver toda la ciudad de Murcia y su huerta, la vega baja del Guadalentín y el campo de Cartagena, las sierras de la Pila, de Espuña, de Ricote y Carrascoy.
El sendero parte de la zona de picnic próxima a la antigua Venta de la Paloma, al inicio del Puerto de la Cadena y aunque está señalado como un PR, algunas de las señales no se localizan fácilmente o simplemente no las hay. A nosotros nos costó encontrarla, pero prestando atención e intuición, aparece inmediatamente a la derecha, después de vadear la rambla haciendo uso de unos troncos colocados a modo de pasarela. Una vez tomada, ya no hay pérdidas.
Se va ascendiendo, con subidas y bajadas para salvar los tres o cuatro barrancos que nos separarán de la ascensión final, por una senda estrecha, que en ocasiones impone un poco de respeto al pensar que un resbalón puede hacerte caer una decena de metros barranco abajo, máxime con Darío a mi espalda y con Pablo dificil de contener con su trote alegre, dejándose caer en cualquiera de las pequeñas pendientes.
El paisaje en todo momento es sensacional. Estamos en la cara norte y todo es umbría. Hay mucha vegetación. Desde el bosque de cipreses al inicio del PR, hasta los frondosos y clásicos pinos de la zona, con abundancia de palmitos y matorral de monte mediterráneo (albaida, romero, tomillo, etc). Hay también zonas con musgos que nos sugieren que estamos en un entorno muy particular de nuestra región.
El penúltimo tramo es un duro repecho que parte a la derecha de la senda principal, de unos 300 ó 400 metros, que nos lleva hasta un claro desde el que parte nuevamente una senda que combinada con la propia roca, asciende hasta la cima del Alto, donde encontramos restos del antiguo castillo o fortaleza de vigía árabe, desde la que nos relajamos, dejando los pies colgando en el vacío y haciendo que nuestra retina se empape de la visión de esos hitos geográficos mencionados al inicio.
La bajada es por el mismo camino, aunque existe otra alternativa para hacerlo por San José de la Montaña. Esta bajada la hice también en bici de montaña unas semanas antes y es técnicamente dificil para la BTT.
Tardamos una media hora en bajar y unas dos horas en subir, contando la parada para dar de comer a Darío y tomar un descanso nosotros. Pablo me sorprende nuevamente con su resistencia física. Tiene cuatro años.
El sendero parte de la zona de picnic próxima a la antigua Venta de la Paloma, al inicio del Puerto de la Cadena y aunque está señalado como un PR, algunas de las señales no se localizan fácilmente o simplemente no las hay. A nosotros nos costó encontrarla, pero prestando atención e intuición, aparece inmediatamente a la derecha, después de vadear la rambla haciendo uso de unos troncos colocados a modo de pasarela. Una vez tomada, ya no hay pérdidas.
Se va ascendiendo, con subidas y bajadas para salvar los tres o cuatro barrancos que nos separarán de la ascensión final, por una senda estrecha, que en ocasiones impone un poco de respeto al pensar que un resbalón puede hacerte caer una decena de metros barranco abajo, máxime con Darío a mi espalda y con Pablo dificil de contener con su trote alegre, dejándose caer en cualquiera de las pequeñas pendientes.
El paisaje en todo momento es sensacional. Estamos en la cara norte y todo es umbría. Hay mucha vegetación. Desde el bosque de cipreses al inicio del PR, hasta los frondosos y clásicos pinos de la zona, con abundancia de palmitos y matorral de monte mediterráneo (albaida, romero, tomillo, etc). Hay también zonas con musgos que nos sugieren que estamos en un entorno muy particular de nuestra región.
El penúltimo tramo es un duro repecho que parte a la derecha de la senda principal, de unos 300 ó 400 metros, que nos lleva hasta un claro desde el que parte nuevamente una senda que combinada con la propia roca, asciende hasta la cima del Alto, donde encontramos restos del antiguo castillo o fortaleza de vigía árabe, desde la que nos relajamos, dejando los pies colgando en el vacío y haciendo que nuestra retina se empape de la visión de esos hitos geográficos mencionados al inicio.
La bajada es por el mismo camino, aunque existe otra alternativa para hacerlo por San José de la Montaña. Esta bajada la hice también en bici de montaña unas semanas antes y es técnicamente dificil para la BTT.
Tardamos una media hora en bajar y unas dos horas en subir, contando la parada para dar de comer a Darío y tomar un descanso nosotros. Pablo me sorprende nuevamente con su resistencia física. Tiene cuatro años.
...
escucha el latido insolente de tu corazón.
domingo, 14 de marzo de 2010
Sierra Nevada. Un mar de nubes (13/03/2010)
Esta subida a Sierra Nevada ha sido una de esas ocasiones en las que las imágenes valen más que las palabras...
sábado, 13 de febrero de 2010
DE MURCIA AL MAR MENOR EN MTB (06-02-2010)
Alentado por las palabras animosas de Jesús, dije que sí.
Dije sí y hasta que no me sentí tan cerca del objetivo como para pensar que ya no había vuelta atrás, estuve dudando y barajando la posibilidad de que una rajada a tiempo es mejor que una herida a corazón abierto. Primero, dándome la vuelta con los que se quedarían en Murcia; y después, quedándome en alguna gasolinera a la orilla de la autovía para que Mar viniera a por mí con el coche.
Pero algo en mí me decía, desde que recibí el correo electrónico con la invitación de Jesús para hacer la ruta, que debía aceptar el reto; y luego, alcanzarlo.
La ruta en cuestión consistía en salir desde Murcia para subir al Relojero y bajar hasta la gasolinera de la Venta del Puerto y continuar llaneando hasta Santiago de La Ribera campo a través, por caminos entre invernaderos, para llegar a comer y regresar en coche por la tarde. Serían 64 km en cuatro horas y media.
La bici estaba lista desde hacía un par de semanas, pues ya tenía la intención de reencontrarme con ella y con los senderos de Murcia. Mi cuerpo, también preparado y no por entrenar en bici, que hacía más de un año que no la tocaba, sino por el ejercicio semanalmente acumulado durante años. Y mi mente, clave en todo este trastorno transitorio, con la ilusión, el ánimo y la intuición necesarios para afrontar el reto que llegaba a mi correo de “terra” de forma inesperada.
Durante la noche anterior y aún diez minutos antes de la hora a la que habíamos quedado el sábado, en marcha hacia la puerta de la Catedral, todavía dudaba del empeño y me planteaba si no estaba abusando ya de un exceso de auto confianza y sería mejor acortar la ruta o incluso hacer algo yo solo por mi cuenta.
Pero algo en mí decía que no, que siguiera, que podía ser un gran día. Y lo fue.
Buena gente, buen tiempo, buena subida y buen descenso. Buen rollo, buenas sensaciones y un buen par de calambres que desaparecían estirando un poco y relajando músculo. Y así, a cada pedalada la meta estaba más próxima que la distancia recorrida en ella, y el olor de los cultivos se iba perdiendo, dejando entrada al olor a salitre, a laguna salada.
Esa noche dormí cansado, feliz y orgulloso de la gesta.
Tal y como surgen las oportunidades, hay que aprovecharlas.
Al día siguiente sólo tenía el cuello algo cargado. Sólo eso.
Las cosas a veces, salen perfectas. Aunque no sean trascendentales.
Pero lo necesitamos. Necesitamos ver que las cosas a veces nos salen perfectas. Y entonces, se convierten en trascendentales.
Dije sí y hasta que no me sentí tan cerca del objetivo como para pensar que ya no había vuelta atrás, estuve dudando y barajando la posibilidad de que una rajada a tiempo es mejor que una herida a corazón abierto. Primero, dándome la vuelta con los que se quedarían en Murcia; y después, quedándome en alguna gasolinera a la orilla de la autovía para que Mar viniera a por mí con el coche.
Pero algo en mí me decía, desde que recibí el correo electrónico con la invitación de Jesús para hacer la ruta, que debía aceptar el reto; y luego, alcanzarlo.
La ruta en cuestión consistía en salir desde Murcia para subir al Relojero y bajar hasta la gasolinera de la Venta del Puerto y continuar llaneando hasta Santiago de La Ribera campo a través, por caminos entre invernaderos, para llegar a comer y regresar en coche por la tarde. Serían 64 km en cuatro horas y media.
La bici estaba lista desde hacía un par de semanas, pues ya tenía la intención de reencontrarme con ella y con los senderos de Murcia. Mi cuerpo, también preparado y no por entrenar en bici, que hacía más de un año que no la tocaba, sino por el ejercicio semanalmente acumulado durante años. Y mi mente, clave en todo este trastorno transitorio, con la ilusión, el ánimo y la intuición necesarios para afrontar el reto que llegaba a mi correo de “terra” de forma inesperada.
Durante la noche anterior y aún diez minutos antes de la hora a la que habíamos quedado el sábado, en marcha hacia la puerta de la Catedral, todavía dudaba del empeño y me planteaba si no estaba abusando ya de un exceso de auto confianza y sería mejor acortar la ruta o incluso hacer algo yo solo por mi cuenta.
Pero algo en mí decía que no, que siguiera, que podía ser un gran día. Y lo fue.
Buena gente, buen tiempo, buena subida y buen descenso. Buen rollo, buenas sensaciones y un buen par de calambres que desaparecían estirando un poco y relajando músculo. Y así, a cada pedalada la meta estaba más próxima que la distancia recorrida en ella, y el olor de los cultivos se iba perdiendo, dejando entrada al olor a salitre, a laguna salada.
Esa noche dormí cansado, feliz y orgulloso de la gesta.
Tal y como surgen las oportunidades, hay que aprovecharlas.
Al día siguiente sólo tenía el cuello algo cargado. Sólo eso.
Las cosas a veces, salen perfectas. Aunque no sean trascendentales.
Pero lo necesitamos. Necesitamos ver que las cosas a veces nos salen perfectas. Y entonces, se convierten en trascendentales.
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