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lunes, 15 de julio de 2024

ALMENARA (Miguel Ángel Ruiz). Editorial Xordica. Junio, 2024

Me gusta lo que es de Águilas, lo que de ella se escribe y más si el autor es un allegado.

El "Parra", como le conocí cuando me incorporé al grupo de Exploradores Severo Montalvo, de Águilas, era el guía de la patrulla Caballo. Miguel Ángel Ruiz Parra. Ahora periodista, entonces scout y guía. Tengo bastantes buenos recuerdos de aquella época de camaradería y aprendizaje. Aparte del tema scout, el intercambio de discos, la asimilación de formas de ser, como el aprender a decir que sí, para que no me agobien y luego hacer lo que me viniese en gana.

Y empiezo a devorar "Almenara" nada más salir de la librería. Con el primer ojeo no puedo evitar sentarme en una terraza de la Glorieta y leerme hasta el quinto capítulo del tirón. A la tercera página ya me pone la piel de gallina. Conozco los sitios, las sendas, las calas, los montes, sus cabezos, esas casas con historia y abandonadas en el tiempo...

Es tal la identificación que siento con el personaje del periodista, otrora compañero, quizás también amigo, que me pasan por encima de forma arrebatadora un sin fin de sensaciones, sentimientos, pensamientos, formas de ser, de entender la vida, de disfrutar de la naturaleza, de ilusionarse por el trabajo, por los nuevos proyectos y de gestionar las delicadas cuestiones personales, familiares, de pareja...que todo eso me envuelve y me emociona como hace mucho tiempo que no lo hacía un libro. Perfectamente estructurado e hilvanados los capítulos, se van desarrollando con gran coherencia y sin darte cuenta te rozas con la piel del personaje, con la del mismo autor, si lo conoces. Y entonces me doy cuenta de todo lo que tenemos en común. No sé si por generacional, por ámbito geográfico, por contexto sociocultural..., pero me llega dentro. La novela es de lectura fácil y rápida. Humana. Técnica y orgánica. Desde los primeros cinco minutos de inmersión, empecé a recomendar el libro, al autor y su historia, a mis amistades, pues es difícil no saludar a varios de esos amigos si pasas por la Glorieta y paseas por las calles de Águilas. Se puede pillar en la librería "Manuel Gris" (Águilas), Diego Marín y plataformas como Fnac.


lunes, 26 de diciembre de 2016

UN PASEO LITERARIO por calles de Murcia.


Portada del libro

Paco López Mengual (Molina de Segura, 1962) es el autor de UN PASEO LITERARIO por calles de Murcia, un libro que está hecho de relatos para caminar e imaginar, o como él mismo dice, “una caracola que susurra viejas historias y leyendas de la ciudad al paseante que atraviesa las calles de Murcia”.
Ahora yo, que juego con ventaja, te invito a tomar el libro entre tus manos, deambular por las calles de Murcia pensando en quién las moró, pensando en sus gentes de antaño, en sus ropas, sus saludos, sus crueldades, sus amoríos y sus misterios.
Una tarde de otoño, en sábado, creo que el 26 de noviembre,  nos llenamos de un poco de la historia de la ciudad de Murcia. De esa historia con anécdotas, que se te queda grabada en la cabeza para contar a los tuyos, por lo buenas que son y por lo bien que te las han contado.
Un grupo del Club de Lectura del Barrio del Carmen, quedó en la plaza de Santo Domingo con Paco, mercero y autor de varias novelas, cuentos y libros sobre la historia de Molina de Murcia y Murcia.
Nos lo comentaron unos amigos y fuimos, llamados por la curiosidad de algo que hemos vivido en otras ciudades de Europa y que ahora se nos brindaba en la nuestra propia.
Paco nos reúne en círculo, al lado del ficus de Santo Domingo. El no le llama ficus, sino “árbol” y nos cuenta sobre su historia, sobre Ricardo Codorniu,  y la hila con el esperanto y con el autogiro de Juan de la Cierva. Y ahí mismo, al pie del busto de este insigne ingeniero forestal, continua con un relato sobre bandoleros, la historia de Jaime Alfonso “el barbudo”, que tras matar a un ladrón, se refugió en la Sierra de la Pila para evitar represalias y acabó convertido en el jefe de una gran banda de bandidos que después de diversos avatares (llegó a luchar contra Napoleón al lado de las tropas españolas), acabó ahorcado en esta plaza de Santo Domingo.
Plano del recorrido recomendado por el autor en su libro

De ahí nos trasladamos ante la fachada del Teatro Romea, atravesando el Arco de Santo Domingo y Paco nos cuenta cómo ante la petición de la gente, se decide construir un gran teatro en el cual representar las obras de las grandes compañías. El lugar elegido será un solar expropiado a los dominicos, que albergaba huertos, jardines y un antiguo cementerio. Con el inicio de las obras, un fraile lanzó una maldición por la exhumación de los restos de los dominicos. Después de varios incendios y para evitar que esta maldición no se llevara a cabo, siempre queda una butaca libre en el Teatro.
Aquí también nos habló de dos premios Nobel de Literatura vinculados con la ciudad, pero con escaso reconocimiento en ella, Don Jacinto Benavente y Don José Echegaray.
Reanudamos el caminar y callejeando por la calle Alfaro y aledañas, nos cuenta ahora las historias del “caballero cornudo” y del “crimen del hostal La Perla”. Estamos plenamente concentrados en las historias, en los edificios, en el pasado. Llueve escasamente, y esto acentúa aún más esa sensación novelesca que nos invade. Nos detenemos frente a la iglesia de San Bartolomé, donde Paco nos cuenta la preciosa historia de Antonete Galvez, sobre cuyo desconocimiento, sentí cierta vergüenza histórico-cultural.
Antonete era un agricultor de Torreagüera, nacido en 1819. Se convirtió en un joven culto, que pronto destacó en los negocios agrícolas. Asomó a la política, como demócrata y republicano, muy querido por las clases más humildes. Protagonizó varias rebeliones, entre ellas la llevada a cabo para derribar al nuevo rey Amadeo de Saboya y proclamar una República Federal. El León de la Huerta, le llamaban. Tenía deseos de cambiar el mundo. Hizo del rojo, el color de su bandera. Cuando se proclamó en España la Primera República, federalista a más no poder, siguió a Manuel Cárceles, proclamando el Cantón Murciano. El cantonalismo se extendió por muchas provincias de España, pero sólo en Murcia consiguió proclamar la independencia y declarar la guerra a España (chúpate esa marquesa!) . Murcia fue independiente por unos seis meses, ni Cataluña ni País Vasco.

Y flipo mientras me cuenta este pasaje histórico, y le doy en los hombros a mis críos para que presten atención y dejen de mirar a Bavia. Muchas anécdotas de este insigne murciano se suceden…y hacemos mutis al caer en la plaza de Santa Catalina, donde el autor nos hace llegar por su ardiente pasado, lugar que hasta el siglo XVIII, hizo de plaza mayor. En ella vivió Julián Romea y en ella murieron quemados más de doscientos murcianos; y en ella se reunía el Consejo de Hombres Buenos, y es donde ahora nos reunimos a tomar unas cañas, unas marineras, un pulpico al horno o unos pastelicos de carne,  con unos quintos de Estrella, a pasar un ratico de charleta, bajo el sol de Murcia y los balcones enjaezados de geranios y claveles.
Detalle en el interior del libro

viernes, 10 de febrero de 2012

El Soho, Londres



-        No te vayas, no me dejes solo, esta noche no, por favor… Le susurró Dennis a su amante, un joven al que había ayudado a cumplimentar el formulario en la Oficina de Empleo para poder acceder a ese trabajo de jardinero en Hyde Park, para el cual aspiraban otros 127 jóvenes más. Y Stephen quiso agradecérselo invitándole a una pinta en aquel pub del Soho, al que Dennis solía dedicar un par de horas después de su jornada laboral.

Dennis Nilsen había acabado con la vida de una decena de sus amantes soliviantado por la idea de no quedarse solo. Stephen fue el primero de ellos.  

Treinta y cuatro años después, Abraham, con la voz sosegada, me cuenta la historia frente al pub donde Dennis, aquella noche de 1978, se tomó un par de pintas con Stephen, antes de llevarlo a su casa y decidir entonces acabar con su vida, al percatarse que éste le dejaría al despuntar el alba. Habían tenido una ajetreada noche de sexo y Dennis no quería dejarlo marchar. No, ya no podía superar la soledad. Lo estranguló y lo acostó en la cama, para poder encontrarlo así a la vuelta de su jornada de trabajo.

Me quedé observando el cadáver de Stephen, con el brazo derecho apoyado sobre el muslo a la altura de las ingles y el izquierdo tras la nuca, como esperando a que Dennis se acostara al regreso de la oficina, junto a él, a contarle cómo le había ido el día. 
Y así hizo con otros muchos. Y todos ellos me acompañaron con sus pasos a caminar por el Soho, por Chinatown, ... por Londres.

Pic: Luis Carretero

Pic: Luis Carretero

Salgo de mi habitación en Piccadilly, bajo la escalera y camino por Regent Street hacia Trafalgar Square. De camino, paro con Abraham frente al Theatre Royal en Haymarket (ahora Drury Lane), en el que según cuentan los más apasionados, la aparición de un fantasma en la noche del estreno, augura el éxito de la obra.  
Kenneth fue a ver una representación de My Fair Lady la noche del 3 de diciembre de 1979 y a la salida, un joven de mirada introvertida lo invitó a tomar una cerveza en el Soho. Eso fue antes de estrangularlo. Fue la última representación que vió y su cuerpo, apoltronado en el sofá de Dennis, la última que hizo. Acabó oculto bajo las tablas del parqué del piso de Dennis.
En Charing Cross se alza ahora la estatua ecuestre de Carlos I de Inglaterra, pero hace unos cientos de años el lugar estuvo ocupado por una de las doce cruces que el rey Eduardo I mandó construir en honor a su esposa Leonor de Castilla.
La séptima víctima de Dennis estaba dibujando la estatua del monarca Carlos I, cuando un tímido funcionario se le acercó pidiéndole fuego para encender un pitillo.
Carlos I no fue muy popular y acabó decapitado en Banqueting House.
La abadía de Westminster guarda los restos de personajes de la realeza y otros insignes como Handel, Isaac Newton, Dickens, Kipling o Pope (…)
-Ha pasado casi un mes, y la historia estaba un poco abandonada. Pero hace unos días, un viejo amigo me comentaba que está jodido aquí en España, y que se encontraba haciendo entrevistas para trabajar en el Reino Unido. Esperaba respuesta del gerente de un restaurante de lujo en Londres. Finalmente y después de una entrevista por video conferencia de más de una hora, lo han llamado para trabajar. Y no se lo ha pensado. Miguel me ha escrito un correo. Ya está en Londres. Ha tenido que arreglar papeleo.
Me cuenta que ha resuelto muy bien su situación en la oficina de empleo gracias a Henry, un traductor y trabajador social que le ha ayudado a regularizar situación laboral.
Me alegro por Miguel, ahora se estará tomando unas pintas con él en algún pub del Soho. Me ha dicho en el e-mail que le iba a invitar esta tarde para darle las gracias por su ayuda.

sábado, 9 de mayo de 2009

NO TREKKING, DESPERATE


Ya llevamos un tiempecico sin darle al campo. Entre el nacimiento de Darío y mi lesión , se nos ha echado la primavera encima, los calores, que son tan malos para esto de andar por los senderos.

Así es que me temo que esta temporada, que va a pasar sin pena ni gloria para todo (léase windsurf, snow, bici de montaña y trekking), llega a su fin con el mayor regalo que he podido tener, la vida de un nuevo ser, la vida de Darío, mi hijo, que viene a decirme, "papá, aquí estoy, para que me enseñes sobre el mundo y sobre la vida, para disfrutar contigo, con mamá y con Pablo y con todo lo que se me venga por delante...". Él ha magnificado estos momentos, adustos a veces. El le ha dado con sus sonrisas, en su cuerpo minúsculo, a mi tiempo, un toque de absoluta ingenuidad.


¿Qué puedo hacer ahora en este blog, hasta que vuelva con Darío a mi espalda, con Pablo ya marchando solo y con Mar, mochila a los hombros con el almuerzo de los cuatro, bota de vino incluida...a ascender los caminos buscando la cumbre?

Puedo escribir algunos versos, alguna prosa, algunos pensamientos, algo que me hago soñar, que estoy en lo alto de una montaña, agotado, con lo cuádriceps como el mármol, con el resuello de la subida todavía en la garganta y con las vistas impresionantes que deja toda cumbre, simpre que no esté nublado, claro. O puedo citar a los grandes o llorar por los que se fueron. O agarrar la bota y darme un trago de vino, que me alivie.