Llevo unos días saliendo en bici por las ramblas y cabezos de Águilas y esta mañana nublada y gris, al agarrar el manillar y calarme los pedales, un impulso me ha hecho tomar la ruta de la subida al Balsón y seguir por el camino, ahora asfaltado, que me lleva hasta el cruce con tu casa, antes de acabar en la carretera que sube a la Cuesta de Gos.
Mientras me aproximo voy recordando los cruces de los invernaderos y las ramblas, las curvas entre cabezos y aljibes, y me impaciento por llegar. El paso por el caserío y el perro pachón, tumbado ocioso a la sombra del algarrobo, levantando las orejas y la mirada a mi rueda, me anticipan que estoy cerca.
Ahora la observo de lejos, encalada, a la sombra de los pinos, con el horno moruno recibiendo ya un tímido rayo de sol entre las nubes. Tengo ganas de subir pero no veo a nadie y el camino está cortado por un caballón.
Entonces me acuerdo cuando alguna tarde de aquellos lejanos veranos, llegaba también con la bici, mi vieja Kona, y me recibían tu perrita con agudos ladridos y tus padres, con alguna faena entre manos, sosegados, y me sentaba en el poyo, entre la puerta y el taller. Me invitabas a un botellín y nos contábamos cómo nos iban las cosas. Yo tenía veintitantos y tú cuarenta y pico.
Veo la casita aneja que estabas levantando la última vez que te ví. Ya está construida y enlucida de un color amarillo tierra.Veo tu sitio sin tí y me siento solo. Calo pedales y rodeo la casa por el camino que baja a la rambla, donde crecen las higueras, subo el repecho y veo varios coches atrás y una piscina de flotador como la mía, que me hace ver que deben andar tus sobrinos por allí, pasando el estío. Dejo que entren en mí, además de los recuerdos, las sensaciones del lugar, los aromas, el polvo del camino y mientras me alejo, mi corazón vuelve a golpear a 120 pulsaciones por minuto. Subo hasta la iglesia que domina toda la marina de Cope y echo un vistazo. La neblina no me deja alcanzar a ver el mar.
Este año, no ha sido como otros. No te vi en la cena y te eché de menos. Nadie preguntó por tí.
No hemos tenido sesiones de surf en la Carolina, ni un levante, ni un lebeche bueno, sólo el olor a higos por las ramblas de Cope me recordaron, que aún caminas junto a mí.
Nadie preguntó por tí y me jodió.
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