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Embalse de la Fuensanta |
Un cuarto de hora para desayunar en el trabajo no da para
mucho; y menos para alguien que como yo, no es muy hablador. Pero a veces, las palabras
te llaman. Y hay que dejarlas entrar. Palabras como Yeste, camping, río, bareto,
caminata, despiertan mi atención cuando
desde hace unas semanas consideré la posibilidad de buscar un lugar para
acampar cerca de Yeste y hacer una rutilla por la zona, cerca del río, para
hacerla atractiva a la familia. Palabras como Yeste, camping, río, bareto,
caminata, y añado ahora panadería; y gente como Sheila, que comparte sus saberes de la zona, me despiertan las ganas.
La ruta que hicimos es la que va a la Cueva del Agua, desde
la Donal, pasando por las aldeas de Plañel y Alcantarilla. Unos ocho kilómetros y medio, creo que nueve. No está señalizada y éste es un aspecto común en todas las rutas que hemos hecho por la provincia de Albacete.
Pero la suerte nos acompañó y en cada momento de duda, tuvimos un paisano que
nos sacó de ella.
Aparcamos el coche en la Donal, frente al Bar Concha, donde
nos proveemos el almuerzo. El muchacho nos dice que para llegar a Plañel hay
que subir hasta la morra por la vereda, que no está señalizada, pero que se ve.
Ahí, nada más empezar, con esa descripción, ya me doy cuenta de que la cosa puede traer su historia…
Empezamos a subir por la casa que hace esquina, llegamos a otras casas, la Capellanía y subimos por la
derecha, entre las balsas. Seguimos la senda y nos adentramos en el monte.
Parece que hemos de continuar subiendo, pero la senda se cierra y decidimos
tomar otra que se abre fácilmente a la izquierda. Craso error, porque ésta nos
lleva a la carretera, al pie de Alcantarilla, siendo la senda que la ruta
consultada ofrece para la vuelta. En fin, decidimos subir hasta Plañel por la
carretera. Allí, nos adentramos en la aldea, por el colegio y la ermita, y
preguntamos a un par de paisanos, que a la sombra del caserío pelan guisantes,
cómo continuar.
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Punto de inicio y aprovisionamiento |
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Atrás se queda la aldea de La Donal |
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La senda se hace poco practicable. Debimos haber seguido por ella |
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Más madera, en el cruce de Plañel con Alcantarilla |
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Alcantarilla de arriba |
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Plañel |
Las indicaciones nos llevan a adentrarnos nuevamente en el
monte, tomando siempre las sendas hacia la derecha, para dar con la carretera
que nos lleva hasta el puente que cruza el arroyo en el que se encuentra la
noguera tumbada. De ahí sale una senda a la derecha que sube hasta la Cueva del
Agua. El paisaje cambia totalmente, aparece un exuberante bosque de ribera, con helechos, madreselvas, nogales,
higueras, chopos, olmos y avellanos, que
impregnan el ambiente con sus colores y olores, como el olor dulzón que nos dan
los higos verdales, ya entrado el calor de la media mañana. Ascendemos fácilmente un kilómetro, sorteando
en varias ocasiones el arroyo que baja veloz a nuestros pies, hasta que la
senda desaparece.
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En la noguera tumbada |
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Darío, que no quiere salir en la foto de familia |
Nos quedamos junto a una gran noguera, bajo la que almorzamos.
Yo subo un poco más y encuentro una pequeña cueva, pero ni rastro de agua. No
es la época. El arroyo sigue oyéndose a nuestros pies. El agua está ahí. Y la
cueva también. Iniciamos el descenso y con ello el regreso.
Al llegar a la
carretera tomamos hacia la derecha y llegamos hasta la pequeña aldea de Alcantarilla
de Arriba. Ahí se pierde el camino, pero llamo a la única casa que está
habitada. Un paisano me indica que para llegar a la aldea de Alcantarilla de
Abajo, tengo que tomar una senda que baja hasta el arroyo, cruzar el puente y
subir a la carretera de nuevo. Es la una de la tarde, la cerrada vegetación de
ribera y la humedad y el cansancio comienzan a hacer mella. La senda se
pierde, pero la vuelvo a encontrar.
Entre unas terrazas de olivo hay que ir subiendo hasta alcanzar la carretera.
Es la parte más complicada porque no hay senda. Tenemos que trepar por las
terrazas, ayudándonos unos a otros con los bastores. Y lo logramos juntos.
Juntos. Hemos alcanzado la carretera que nos lleva hasta Alcantarilla de arriba
y al cruce de Plañel. Mar viene renegando desde que el regreso se complicó un
poco con la búsqueda del puente y la subida por las terrazas. Pablo y Darío,
que no han dicho ni “mú” en todo este rato, subiendo como jabatos, empiezan a
desanimarse. Desde donde nos
encontramos, por el monte nos quedan quince minutos. Pero Pablo ya no se ve con
fuerzas. Son las dos menos diez, de un caluroso sábado de agosto. Hemos estado
cuatro horas de caminata, con sus pequeñas paradas. Decidimos que sea yo quien
se acerque a La Donal a por el coche y regrese a recogerlos. Pablo me abraza
como si no fuera a verme en todo el día. Cuando inicio la marcha, veo un coche
acercarse y le doy el alto. Me llevará hasta el Bar de Concha. Regreso a por la
familia a toda pastilla, contento. Dentro de lo que cabe, todo ha salido bien.
Estamos cansados, pero hemos hecho la ruta, hemos disfrutado con ella, con el
paisaje, con los olores, las vistas y la gente. Ahora disfrutamos de un tercio
de Estrella bien frío en lo de Concha, y los niños con sus helados prometidos.
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Fin de la ruta. Cerveza, helados, pies cansados |
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A la tarde, baño en el río |
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Y por la noche, carnaza en el restaurnte del camping |