miércoles, 7 de agosto de 2013

Yeste. Subida a la Cueva del Agua desde La Donal (3/8/2013)



Embalse de la Fuensanta
Un cuarto de hora para desayunar en el trabajo no da para mucho; y menos para alguien que como yo, no es muy hablador. Pero a veces, las palabras te llaman. Y hay que dejarlas entrar. Palabras como Yeste, camping, río, bareto, caminata, despiertan  mi atención cuando desde hace unas semanas consideré la posibilidad de buscar un lugar para acampar cerca de Yeste y hacer una rutilla por la zona, cerca del río, para hacerla atractiva a la familia. Palabras como Yeste, camping, río, bareto, caminata, y añado ahora panadería; y gente como Sheila, que comparte sus saberes de la zona, me despiertan las ganas.

La ruta que hicimos es la que va a la Cueva del Agua, desde la Donal, pasando por las aldeas de Plañel y Alcantarilla. Unos ocho kilómetros y medio, creo que nueve. No está señalizada y éste es un aspecto común en todas las rutas que hemos hecho por la provincia de Albacete. Pero la suerte nos acompañó y en cada momento de duda, tuvimos un paisano que nos sacó de ella.

Aparcamos el coche en la Donal, frente al Bar Concha, donde nos proveemos el almuerzo. El muchacho nos dice que para llegar a Plañel hay que subir hasta la morra por la vereda, que no está señalizada, pero que se ve. Ahí, nada más empezar, con esa descripción, ya me doy cuenta de que la cosa puede traer su historia… Empezamos a subir por la casa que hace esquina, llegamos  a otras casas, la Capellanía y subimos por la derecha, entre las balsas. Seguimos la senda y nos adentramos en el monte. Parece que hemos de continuar subiendo, pero la senda se cierra y decidimos tomar otra que se abre fácilmente a la izquierda. Craso error, porque ésta nos lleva a la carretera, al pie de Alcantarilla, siendo la senda que la ruta consultada ofrece para la vuelta. En fin, decidimos subir hasta Plañel por la carretera. Allí, nos adentramos en la aldea, por el colegio y la ermita, y preguntamos a un par de paisanos, que a la sombra del caserío pelan guisantes, cómo continuar. 

Punto de inicio y aprovisionamiento

Atrás se queda la aldea de La Donal

La senda se hace poco practicable. Debimos haber seguido por ella

Más madera, en el cruce de Plañel con Alcantarilla



Alcantarilla de arriba

Plañel


Las indicaciones nos llevan a adentrarnos nuevamente en el monte, tomando siempre las sendas hacia la derecha, para dar con la carretera que nos lleva hasta el puente que cruza el arroyo en el que se encuentra la noguera tumbada. De ahí sale una senda a la derecha que sube hasta la Cueva del Agua. El paisaje cambia totalmente, aparece un exuberante  bosque de ribera, con helechos, madreselvas, nogales, higueras, chopos, olmos y avellanos,  que impregnan el ambiente con sus colores y olores, como el olor dulzón que nos dan los higos verdales, ya entrado el calor de la media mañana. Ascendemos fácilmente un kilómetro, sorteando en varias ocasiones el arroyo que baja veloz a nuestros pies, hasta que la senda desaparece. 

En la noguera tumbada

Darío, que no quiere salir en la foto de familia



Nos quedamos junto a una gran noguera, bajo la que almorzamos. Yo subo un poco más y encuentro una pequeña cueva, pero ni rastro de agua. No es la época. El arroyo sigue oyéndose a nuestros pies. El agua está ahí. Y la cueva también. Iniciamos el descenso y con ello el regreso. 





Al llegar a la carretera tomamos hacia la derecha y llegamos hasta la pequeña aldea de Alcantarilla de Arriba. Ahí se pierde el camino, pero llamo a la única casa que está habitada. Un paisano me indica que para llegar a la aldea de Alcantarilla de Abajo, tengo que tomar una senda que baja hasta el arroyo, cruzar el puente y subir a la carretera de nuevo. Es la una de la tarde, la cerrada vegetación de ribera y la humedad y el cansancio comienzan a hacer mella. La senda se pierde,  pero la vuelvo a encontrar. Entre unas terrazas de olivo hay que ir subiendo hasta alcanzar la carretera. Es la parte más complicada porque no hay senda. Tenemos que trepar por las terrazas, ayudándonos unos a otros con los bastores. Y lo logramos juntos. Juntos. Hemos alcanzado la carretera que nos lleva hasta Alcantarilla de arriba y al cruce de Plañel. Mar viene renegando desde que el regreso se complicó un poco con la búsqueda del puente y la subida por las terrazas. Pablo y Darío, que no han dicho ni “mú” en todo este rato, subiendo como jabatos, empiezan a desanimarse.  Desde donde nos encontramos, por el monte nos quedan quince minutos. Pero Pablo ya no se ve con fuerzas. Son las dos menos diez, de un caluroso sábado de agosto. Hemos estado cuatro horas de caminata, con sus pequeñas paradas. Decidimos que sea yo quien se acerque a La Donal a por el coche y regrese a recogerlos. Pablo me abraza como si no fuera a verme en todo el día. Cuando inicio la marcha, veo un coche acercarse y le doy el alto. Me llevará hasta el Bar de Concha. Regreso a por la familia a toda pastilla, contento. Dentro de lo que cabe, todo ha salido bien. Estamos cansados, pero hemos hecho la ruta, hemos disfrutado con ella, con el paisaje, con los olores, las vistas y la gente. Ahora disfrutamos de un tercio de Estrella bien frío en lo de Concha, y los niños con sus helados prometidos.

Fin de la ruta. Cerveza, helados, pies cansados

A la tarde, baño en el río

Y por la noche, carnaza en el restaurnte del camping

martes, 23 de julio de 2013

Sierra de Castril



El fin de semana del 12 al 14 de julio, fuimos a la Sierra de Castril y nos instalamos en el camping El Cortijillo, a la orilla del río que da nombre a la zona, en la provincia de Granada. En diciembre había prometido volver y además había prometido hacerlo con la intención de acampar, meternos alguna ruta un poco más larga que la del Nacimiento del río y probar la respuesta de Pablo y Darío, mis hijos.



  
Los niños se lo pasaron en grande ante la novedad, el aire aventurero del viaje, la singularidad de la zona, los premios traducidos en helados, dormir en las tiendas de campaña, usar linternas, bañarnos en el río…

Descenso por el chinar de Túnez
El sábado hicímos la ruta del Barranco de la Osa, que sale del Cortijo del Nacimiento, llega al propio nacimiento y toma una senda para subir por un tramo de escalones de piedra, alcanzando la cueva de la Osa. Rodeamos esa parte de la sierra y volvimos a subir después de pasar el tejo, para ya bajar por el Cortijo de la Puerca, en un descenso por una senda zigzageante construida con muro de piedra en la pared de la montaña (Chinar de Túnez). 

Descenso por el chinar

Pablo
Mar

Darío
Jose



Regresamos al río, cruzando el puente de madera y volvemos al Cortijo del Nacimiento. Unos 8 ó 9 kilómetros que hicimos con Pablo y Darío en cuatro horas largas. Fue una auténtica caminata y algo dura para ellos, con tramos muy bonitos, vistas impresionantes, emoción, cansancio, pequeñas caídas… y al final llegamos, con juegos y las historias que contaba Mar, para hacerles más ameno lo que ya se antojaba agotador para los siete y cuatro años de los peques. Unos auténticos jabatos. Estoy muy orgulloso de cómo se hicieron el camino y me alegro de no haber visto las fotos de algunas partes del recorrido que al regreso vi en la web, ya que no lo hubiera hecho con ellos, o al menos hubiera tenido serias dudas.
Mapa del Sendero del Barranco de la Osa

 
El domingo, tal y como prometimos a los niños, hicimos una ruta cortita. La que va a la Cerrada de la Magdalena. Es un camino con un suave ascenso de unos dos kilómetros, que se hace en tres cuartos de hora y llega a una pared de caliza de donde mana una cascada que cae en una poza y continua cayendo en otras pequeñas pozas buscando su cauce. Nos impresionó lo bonito del sitio y su tranquilidad. Estábamos solos, nos dimos un baño en agua helada y nos pusimos al sol, cual lagartos, sobre las grandes rocas que interrumpen el paso del agua. 






Hay muchas cosas que destacaría aparte de las rutas y del sensacional comportamiento de mis hijos, como fueron las comidas en el restaurante del camping (trucha, carne de ciervo, níscalos), los baños en la piscina del camping, el paseo por el pueblo con las cervezas en la terraza del Bar de Emilio previas a la cena-tapeo en el Mesón Romero con su vino de la zona de la Sagra, … y me quedo corto, seguro, porque en esta ocasión no dimos el paseo por la pasarela que rodea la gran Peña de Castril.
Nos hemos reencontrado con una parte de nosotros que hacía tiempo echábamos de menos y hemos sido, ¿cómo se dice? ¡felices!.

Pablo y Darío fueron premiados aparte de con numerosos helados, con un bastón de senderismo cada uno. ¡Si es que era una “pelea” constante entre ellos para usar nuestros bastones!







martes, 1 de enero de 2013

Castril (27 de diciembre de 2012)



Se lo dijo a Mar un viejo amigo y compañero de profesión, Paco Franco, el mismo que legalmente nos unió para bien o para mal, un día de San Jorge: “Hay un pueblo muy bonico en la sierra, pasada La Puebla de Don Fadrique y Huéscar, en Granada, con un rio que lo circunda y se puede recorrer por unas pasarelas y puentes colgantes…”
Y Castril superó mis expectativas. Es uno de esos pueblos blancos, enclavado en la falda de una montaña, orientado a la luz que ofrece la solana, en la sierra del mismo nombre y que se abre con una herida profunda a un fantástico río de montaña y aguas claras.
Después de dos horas y cuarto de viaje desde Murcia, llegamos a Castril, sobre las 10 y cuarto de la mañana. Para adentrarse en la sierra hay que tomar el desvío que hay antes de llegar a Castril, pasado Fátima, a la derecha. Un camino rural, recorre el rio por su margen izquierda hacia el norte, llegando a cruzarlo un par de veces. Varias rutas de senderismo están bien localizadas en la zona. Nosotros elegimos hacer la del Nacimiento, de 5 km ida y vuelta, muy sencilla y apta para los niños. Pasado el camping del Cortijillo, llegamos a los Cortijos del Nacimiento, donde dejamos el coche, para tomar la senda que pasa bajo el tubo y asciende por el valle hasta el nacimiento. Tras una hora escasa de caminata con los dos niños, llegamos al lugar donde la caliza atrapa el agua de la lluvia, la guarda en sus cavidades y la desaloja en el nacimiento, en unas cascadas, a la superficie terrestre. El agua fluye y modela un sustrato de margas que se va ensanchando dando lugar a un suave valle, hasta llegar al embalse, que lo regula, reprimiendo su marcha natural y condicionándolo a las necesidades del ser humano. Un tubo de unos 2 metros de diámetro deja al otro lado de la pared del embalse del Portillo, al agua correr en feroz eyaculación, que llegará al pueblo, recorriendo sinuoso una garganta cerrada alrededor de la gran Peña de Castril. Almorzamos ante la cascada del nacimiento. El regreso puede hacerse siguiendo la senda del barranco de la Osa en dos horas más de recorrido o bien por donde hemos venido, en otra hora. Varios senderos parten del Cortijo de los Nacimiento y de la carretera que a él nos lleva. En el pueblo caminamos por sus callejuelas estrechas, tranquilas, silenciosas ante la ausencia de vecinos, con algunos rincones pintorescos, puertas bajas y gatos lampando por las esquinas. Tomamos unas cervezas con sus buenas tapas en la terraza del Bar Zafra, con espléndidas vistas a una buena parte del pueblo enclavado en la montaña. Seguiremos recorriendo el pueblo, ahora bajando por una senda entre una umbría de terrazas de olivos y huerta improvisada para alcanzar la casa rural del Molino, que cerrada, me deja con las ganas de un carajillo. Ascendemos ahorapor la senda, que va rodeando la peña de Castril, atravesamos un oscuro túnel y recorremos la garganta cerrada del rio por una pasarela de madera clavada a la pared. Cruzamos por un puente colgante y continuamos hasta la antigua “fábrica de vidrio” que da por finalizado este bonito recorrido. Al salir, nos encontramos con rincones de nombre tan sugerente y bello como el “Paseo de la voz dormida” o “La arboleda perdida”, junto a citas de José Saramago y Dulce Chacón. Volvemos a callejear, soñando momentáneamente con alguna casa en venta y su rehabilitación, mientras los niños corretean y beben agua de la fuente. Tomamos otra cerveza en el Café de Emilio y luego unos vinos en el bar de cazadores de enfrente. Se nos hacen las siete y planteo la idea de quedarnos a dormir, así con lo puesto. Pero mañana tenemos faena en Murcia y la voz racional dice que “nanai”. Regresamos a Murcia, no conduzco, voy de copiloto y pasando La Puebla caigo junto a mis hijos, en profundo sueño.













sábado, 25 de agosto de 2012

Subida al Balsón y a la casa del Siux (23/08/2012)

Llevo unos días saliendo en bici por las ramblas y cabezos de Águilas y esta mañana nublada y gris, al agarrar el manillar y calarme los pedales, un impulso me ha hecho tomar la ruta de la subida al Balsón y seguir por el camino, ahora asfaltado, que me lleva hasta el cruce con tu casa, antes de acabar en la carretera que sube a la Cuesta de Gos.

viernes, 10 de febrero de 2012

El Soho, Londres



-        No te vayas, no me dejes solo, esta noche no, por favor… Le susurró Dennis a su amante, un joven al que había ayudado a cumplimentar el formulario en la Oficina de Empleo para poder acceder a ese trabajo de jardinero en Hyde Park, para el cual aspiraban otros 127 jóvenes más. Y Stephen quiso agradecérselo invitándole a una pinta en aquel pub del Soho, al que Dennis solía dedicar un par de horas después de su jornada laboral.

Dennis Nilsen había acabado con la vida de una decena de sus amantes soliviantado por la idea de no quedarse solo. Stephen fue el primero de ellos.  

Treinta y cuatro años después, Abraham, con la voz sosegada, me cuenta la historia frente al pub donde Dennis, aquella noche de 1978, se tomó un par de pintas con Stephen, antes de llevarlo a su casa y decidir entonces acabar con su vida, al percatarse que éste le dejaría al despuntar el alba. Habían tenido una ajetreada noche de sexo y Dennis no quería dejarlo marchar. No, ya no podía superar la soledad. Lo estranguló y lo acostó en la cama, para poder encontrarlo así a la vuelta de su jornada de trabajo.

Me quedé observando el cadáver de Stephen, con el brazo derecho apoyado sobre el muslo a la altura de las ingles y el izquierdo tras la nuca, como esperando a que Dennis se acostara al regreso de la oficina, junto a él, a contarle cómo le había ido el día. 
Y así hizo con otros muchos. Y todos ellos me acompañaron con sus pasos a caminar por el Soho, por Chinatown, ... por Londres.

Pic: Luis Carretero

Pic: Luis Carretero

Salgo de mi habitación en Piccadilly, bajo la escalera y camino por Regent Street hacia Trafalgar Square. De camino, paro con Abraham frente al Theatre Royal en Haymarket (ahora Drury Lane), en el que según cuentan los más apasionados, la aparición de un fantasma en la noche del estreno, augura el éxito de la obra.  
Kenneth fue a ver una representación de My Fair Lady la noche del 3 de diciembre de 1979 y a la salida, un joven de mirada introvertida lo invitó a tomar una cerveza en el Soho. Eso fue antes de estrangularlo. Fue la última representación que vió y su cuerpo, apoltronado en el sofá de Dennis, la última que hizo. Acabó oculto bajo las tablas del parqué del piso de Dennis.
En Charing Cross se alza ahora la estatua ecuestre de Carlos I de Inglaterra, pero hace unos cientos de años el lugar estuvo ocupado por una de las doce cruces que el rey Eduardo I mandó construir en honor a su esposa Leonor de Castilla.
La séptima víctima de Dennis estaba dibujando la estatua del monarca Carlos I, cuando un tímido funcionario se le acercó pidiéndole fuego para encender un pitillo.
Carlos I no fue muy popular y acabó decapitado en Banqueting House.
La abadía de Westminster guarda los restos de personajes de la realeza y otros insignes como Handel, Isaac Newton, Dickens, Kipling o Pope (…)
-Ha pasado casi un mes, y la historia estaba un poco abandonada. Pero hace unos días, un viejo amigo me comentaba que está jodido aquí en España, y que se encontraba haciendo entrevistas para trabajar en el Reino Unido. Esperaba respuesta del gerente de un restaurante de lujo en Londres. Finalmente y después de una entrevista por video conferencia de más de una hora, lo han llamado para trabajar. Y no se lo ha pensado. Miguel me ha escrito un correo. Ya está en Londres. Ha tenido que arreglar papeleo.
Me cuenta que ha resuelto muy bien su situación en la oficina de empleo gracias a Henry, un traductor y trabajador social que le ha ayudado a regularizar situación laboral.
Me alegro por Miguel, ahora se estará tomando unas pintas con él en algún pub del Soho. Me ha dicho en el e-mail que le iba a invitar esta tarde para darle las gracias por su ayuda.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Emilio, el viejo herrero (24/12/2011)


Emilio, el viejo herrero del pueblo, venía por la calle del Centro de Salud, la que baja del mercado, con la compra hecha y hablando con alguien. Justo al doblar la esquina lo oigo afirmar, alzando la voz:
-“Me llevas cargado como siempre, con las dos bolsas, que parezco un borrico …”-
Y antes de terminar la frase, su mirada busca a la mía, como he visto que hacen algunos hombres o mujeres ya mayores, buscando la aprobación cómplice de otro u otra de su quinta, con un simple cruce de miradas y una sonrisa burlona y pícara, sabiendo que conseguirá así, molestar un poco más, en este caso, a su interlocutora.
Sus ojos azules, que muestran el cansancio acumulado de sus setenta y ocho años, pero con la chispa del pícaro y soñador, se cruzan con los míos, pardos y frescos, tranquilos y atentos a los pasos de mi hijo, que corretea por la baldosa.
Asiento con la mirada y sonrío con todo el rostro, sabiéndome cómplice de su argucia y con la sospecha de saber que eso es lo que espera de mí.
Pero a su lado no veo a nadie.
Lleva dos bolsas, una en cada mano, de las que sobresalen unas acelgas, apios y un manojo de puerros.
Rosa, que fue su compañera durante cincuenta y tres años, lo dejó hace unas semanas.
Y el Emilio no sabe todavía caminar sin hablar con ella.