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viernes, 10 de febrero de 2012

El Soho, Londres



-        No te vayas, no me dejes solo, esta noche no, por favor… Le susurró Dennis a su amante, un joven al que había ayudado a cumplimentar el formulario en la Oficina de Empleo para poder acceder a ese trabajo de jardinero en Hyde Park, para el cual aspiraban otros 127 jóvenes más. Y Stephen quiso agradecérselo invitándole a una pinta en aquel pub del Soho, al que Dennis solía dedicar un par de horas después de su jornada laboral.

Dennis Nilsen había acabado con la vida de una decena de sus amantes soliviantado por la idea de no quedarse solo. Stephen fue el primero de ellos.  

Treinta y cuatro años después, Abraham, con la voz sosegada, me cuenta la historia frente al pub donde Dennis, aquella noche de 1978, se tomó un par de pintas con Stephen, antes de llevarlo a su casa y decidir entonces acabar con su vida, al percatarse que éste le dejaría al despuntar el alba. Habían tenido una ajetreada noche de sexo y Dennis no quería dejarlo marchar. No, ya no podía superar la soledad. Lo estranguló y lo acostó en la cama, para poder encontrarlo así a la vuelta de su jornada de trabajo.

Me quedé observando el cadáver de Stephen, con el brazo derecho apoyado sobre el muslo a la altura de las ingles y el izquierdo tras la nuca, como esperando a que Dennis se acostara al regreso de la oficina, junto a él, a contarle cómo le había ido el día. 
Y así hizo con otros muchos. Y todos ellos me acompañaron con sus pasos a caminar por el Soho, por Chinatown, ... por Londres.

Pic: Luis Carretero

Pic: Luis Carretero

Salgo de mi habitación en Piccadilly, bajo la escalera y camino por Regent Street hacia Trafalgar Square. De camino, paro con Abraham frente al Theatre Royal en Haymarket (ahora Drury Lane), en el que según cuentan los más apasionados, la aparición de un fantasma en la noche del estreno, augura el éxito de la obra.  
Kenneth fue a ver una representación de My Fair Lady la noche del 3 de diciembre de 1979 y a la salida, un joven de mirada introvertida lo invitó a tomar una cerveza en el Soho. Eso fue antes de estrangularlo. Fue la última representación que vió y su cuerpo, apoltronado en el sofá de Dennis, la última que hizo. Acabó oculto bajo las tablas del parqué del piso de Dennis.
En Charing Cross se alza ahora la estatua ecuestre de Carlos I de Inglaterra, pero hace unos cientos de años el lugar estuvo ocupado por una de las doce cruces que el rey Eduardo I mandó construir en honor a su esposa Leonor de Castilla.
La séptima víctima de Dennis estaba dibujando la estatua del monarca Carlos I, cuando un tímido funcionario se le acercó pidiéndole fuego para encender un pitillo.
Carlos I no fue muy popular y acabó decapitado en Banqueting House.
La abadía de Westminster guarda los restos de personajes de la realeza y otros insignes como Handel, Isaac Newton, Dickens, Kipling o Pope (…)
-Ha pasado casi un mes, y la historia estaba un poco abandonada. Pero hace unos días, un viejo amigo me comentaba que está jodido aquí en España, y que se encontraba haciendo entrevistas para trabajar en el Reino Unido. Esperaba respuesta del gerente de un restaurante de lujo en Londres. Finalmente y después de una entrevista por video conferencia de más de una hora, lo han llamado para trabajar. Y no se lo ha pensado. Miguel me ha escrito un correo. Ya está en Londres. Ha tenido que arreglar papeleo.
Me cuenta que ha resuelto muy bien su situación en la oficina de empleo gracias a Henry, un traductor y trabajador social que le ha ayudado a regularizar situación laboral.
Me alegro por Miguel, ahora se estará tomando unas pintas con él en algún pub del Soho. Me ha dicho en el e-mail que le iba a invitar esta tarde para darle las gracias por su ayuda.