miércoles, 19 de noviembre de 2008

Tolosa, en la ribera del Júcar (15 y 16 de noviembre de 2008)






Un fin de semana que comienza el viernes por la tarde, cuando en dos horas nos plantamos desde Murcia, en el Hotel Rural Avenjúcar, en Tolosa, una pedanía de la famosa Alcalá del Júcar (Albacete), enclavada como ésta, aunque más humildemente y menos exhuberante, en la falda de la pared caliza fruto de la erosión milenaria ocasionada por las aguas del Júcar.






El río ha erosionado lentamente la caliza, ha quebrado la tierra, la ha esculpido dando lugar a formas que la naturaleza ha ido dotando de vida y con ello de belleza y de un poder que te atrapa desde que te das cuenta que empiezas a formar parte del sitio, del lugar, desde el momento en que olvidas de donde vienes porque reconoces donde estás. Comienzas a respirar serenamente, a fijarte en la umbría, en la bruma que recorre la superficie del río, en los primeros rayos de sol que inundan la hoz, en el reflejo de los “cortaos” sobre el río, en las calles empinadas, en el color de las puertas, en la forma de los pinos, en los cubos que hacen de maceta, en la hierbabuena, ....

Y la gente de Avenjucar se empeña en que la estancia acompañe al paisaje y al lugar, en que no se te olvide fácilmente lo vivido, porque dentro de unos días olvidaremos, inexorablemente, los aromas y sólo nos quedarán los paisajes y dentro de unos meses sólo un vago recuerdo y probablemente tenga que volver a leer esta entrada para revivir de nuevo esos buenos momentos.

El sábado, después de uno glorioso desayuno donde no falta de nada para afrontar con holgura una jornada intensa, Pepe, Diego y yo, junto con Albertaco -el monitor-, nos hacemos el descenso del Barranco de la Serretilla con unos rappel emocionantes para inexpertos como nosotros, con paredes de pendiente negativa, descensos en el aire e impresionantes vistas de la hoz del Júcar y de unos paisajes que el otoño se encarga de tintar de tonalidades verdes y ocres. Volvemos al coche por un sendero pegado al río, que nos permite charlar, olfatear, contemplar, contarnos proyectos, divagar sobre nuestros sentidos. Ya en el coche de vuelta, hacemos parada y fonda en el puente próximo al poblado abandonado, gracias a la invitación de un grupo de gente que pasará la mañana fotografiando el lugar y que en tanto preparan el estómago a base de buen vino y mejores embutidos. La comida en el Hotel es pantagruélica, de sabores manchegos, huelga decir que sopamos, nos relamemos y bebemos hasta hartarnos. Después, un café en la terraza y nos vamos a hacer un recorrido en Quads por las inmediaciones de Casas Ibañez. Primero Alberto –alma mater-, nos da unas explicaciones sobre el manejo del quad, con algunas prácticas en la calle (giros, frenada, bordillos, subir y bajar pequeñas rampas, de frente, en diagonal, etc.) y enseguida nos adentramos en zona rural, hasta llegar a un circuito con rampas para hacer un poco el “cabra”: subir, saltar, bajar, derrapar, pura adrenalina! Pablo, que en esto de hacer el “cabra” ya no me acompaña, disfruta de lo lindo, como creo que lo hacemos todos.

Ha oscurecido y la tarde se pasa en el bar de la terraza, dando un paseo por la orilla del río, callejeando por la aldea o tomando una ducha que tonifique músculos y prepare el cuerpo para la cena y la velada.

El domingo amanece como el sábado, con las huellas que ha dejado la helada caída durante la noche. Los coches, aún al amparo del porche, tienen una pequeña capa de hielo, como la hierba; y el río fluye manso soportando una capa de bruma que lo vuelve casi tenebroso.







Caminamos por la aldea de Tolosa, con el paso suave del viajero que desea pasar inadvertido. Pronto asoma el sol que toma altura y con sus rayos inunda la ribera del río y nos calienta. Entramos en el comedor de Hotel, dispuestos a dar cuenta de otro completo desayuno a base de leche, zumos, café o colacao, cereales, croasans, galletas, tostadas, tomate con aceite y ajo, jamón de york y queso, frutas... La lumbre encendida y los huéspedes alrededor de las tres grandes mesas repletas de comida para que no falten energías en esta jornada en la que tenemos previsto el descenso en canoas de un tramo del Cabriel de unos 8 km, llamado Tramo del Tamayo. Recogemos las canoas en Casas Ibáñez, nos agenciamos los neoprenos, escarpines y demás indumentaria y nos plantamos en el curso del Cabriel. Unas indicaciones en tierra del monitor sobre cómo remar, frenar la canoa, girar, etc y nos echamos al agua. Pablo me acompaña super equipado e ilusionado, pero una vez sentado entre mis piernas en la canoa y cuando nota que empieza a entrar algo de agua me dice, acongojado, que “quiere irse a casa”. No me lo pienso ni dos veces, no le insisto. Llamo a Alberto, que lo recoge en la orilla y que a partir de ahora se encargará de él, durante el tiempo que dure el descenso. Luego lo veré sobre un puente y nos llamaremos y le levantaré el brazo saludando y sabrá que estoy ahí, en el agua, en la canoa, pero con él, cerca. Y estará tranquilo y yo estaré tranquilo y nos sonreiremos.







Se disfruta de los rápidos que se presentan en este divertido tramo, alternando con aguas mansas, cristalinas y frescas. Un poco de juego, unas risas, unos piques y cuando nos damos cuenta hemos terminado el descenso. Pablo me espera en tierra dentro de un kayak, practicando con el remo. Cómo me gusta verlo siempre activo, alegre de volver a verme y comienza a contarme sus cosas, su “ideas”, sus “juegos”.
De regreso al Hotel unas cervezas en la terraza, al solecito contemplando el paisaje y charlando. A las dos y media la comida ya está preparada y bajamos al comedor: gazpacho manchego, calabacines rellenos, puré, pan, vino, agua, cerveza, pan de calatrava... ¡todo buenísimo!
Al terminar nos subimos al bar de la terraza y nos tomamos unos cafés,- carajillo para mí, por favor-, mientras hacemos cuentas con Alberto, charlamos un poco y gastamos unas bromas. Ahora, hay que regresar a Murcia y dejar atrás este bello rincón, llevándonos las sensaciones que nos acompañarán durante unos días, como si todavía estuviéramos a punto de ajustarnos el arnés, el ocho y el mosquetón para bajar el barranco...


...acércate con cuidado Jose, apoya aquí los
pies, frena con la derecha y ya sabes, baja echando el cuerpo atrás, en
horizontal, ... apoya ahora la mano en aquél saliente, ... cuando no tengas
apoyo, suelta cuerda y salta sin miedo. Vale, muy bien, ahora tú,
Pepe...


-suenan aún, claros, sin distorsiones, los consejos de Albertaco en mi memoria-.







martes, 11 de noviembre de 2008

Subida a los Pozos de la Nieve, Sierra de la Pila (09/11/2008)



Despierto a las 4 de la madrugada con el cansancio que muestran mis piernas después de 4 horas de subida hasta los pozos de la nieve en la Sierra de la Pila (a unos 1060 metros de altitud aproximadamente) desde la Garapacha (650 mt). Gran parte de la subida y de la bajada transcurren inexorablemente con Pablo a mi espalda. El tío se ha portado, al menos se habrá hecho a pie unos 4 km.

Despierto a las 4 de la madrugada y me siento bien, personalmente bien; reventado, pero bien, y la jornada se abre paso en mis pensamientos y comienzo a redactar mentalmente esta nueva entrada.

Somos siete y hemos salido a las 10 de la iglesia de la Garapacha, tomando el camino asfaltado a la izquierda, que queda a sus pies. Después de pasar por las últimas casas de la aldea tomamos la pista que nos llevará ascendiendo suavemente por el Barranco del Mulo, desde donde tenemos amplias vistas a la Sierra del Águila, hasta el cruce del Mojón de las 4 caras (vaya, otra vez el 4). En ese tramo predominan cultivos de almendro y matorral bajo (esparto, romero). Conforme ascendemos van haciendo acto de presencia el pino carrasco y la coscoja con su fruto todavía verde. En el Mojón de las 4 caras, tomamos la pista a la derecha, bien señalizada, que nos lleva a los Pozos de la Nieve y al Pico de la Pila (1264 mt). Estamos en la umbría de la sierra y se nota, baja la temperatura, el pino y la coscoja predominan y las lluvias recientes hacen manifiesto el olor a tierra húmeda, y es que huele a monte.







La pista da paso al asfalto, estamos en los tramos finales de la subida, lo más duro. Aquí pasamos de 850 mt de altitud a 1060 mt en una ascensión de unos 20 minutos. Felix me ayuda levantando un poco en peso la silla en la que Pablo se asienta, cómodamente sobre mi espalda, después de haber hecho su particular parte de la subida a pie, ya hace un rato. Noto el sabor salado del sudor en los labios, las gotas que caen desde la frente resbalando hasta la punta de la nariz, el jadeo en la respiración, el ansia por llegar, la cúpula del segundo pozo pasada la curva y por fin llegamos a ellos, a los dos pozos. El segundo nos da una idea de estas construcciones antiguas que se usaban para acumular el hielo hace muchos años, hielo que luego se bajaba por la noche cargado sobre mulos. Pero es hora de almorzar. Saco la bota de vino y unos pocos tragos son capaces de reconfortar el cuerpo cansado. Pablo y yo damos cuenta de nuestros bocatas de jamón, de unos pocos dátiles y mandarinas. Vemos alrededor cómo algunos hongos han proliferado con las recientes lluvias. No los conocemos pero hay muchos. Un aldeano aparece entre los pinos, en la umbría, con su cesta repleta de níscalos y la navaja bien afilada reposando sobre ellos, cuidadosamente, casi podría decir que, tiernamente. Ya tiene el aperitivo para hoy, ya ha echado su mañanica. Un saludo breve y nos incorporamos. Ahora buscamos, al pasar la primera curva, una senda a la derecha que sale desde el camino asfaltado, y que se interna en el monte llevándonos hasta una peña con unas vistas guapísimas de todo el valle que se abre al norte de la Pila. Empezamos el descenso, muy pronunciado, doloroso a veces por el esfuerzo de los pies y de las piernas para contener la pendiente inclinada y el suelo suelto, pedregoso y resbaladizo. Vemos abajo, desde lo alto, la pista que hemos utilizado para ascender. Tenemos unos tres cuartos de hora de descenso hasta la Garapacha y llegamos a las 2 y media a nuestro punto de partida. En el Club Social, junto a la iglesia, después de estirar y cambiarnos la camiseta, nos recompensamos con unos tercios de Estrella muy frios, agua y un batido de chocolate para Pablo, que se acompañarían muy ricamente en otro momento con unos riñoncicos al jerez y un tomatico partío, pero nos espera un arroz a banda en casa de unos amigos y no podemos hacerlos esperar. Ha sido una buena jornada de monte.






domingo, 19 de octubre de 2008

Por Archena y el río Segura (19/10/2008)
















Aprovechando que tengo que ir a Archena, me propongo hacer una rutilla corta y dominguera por su alrededores. Buscando en la web encuentro una página que me brinda la posibilidad de dar un paseo por la margen del Segura. La ruta se describe muy bien en el enlace que adjunto, pero en sí se trata de un paseo periurbano sin demasiado atractivo: paseamos por una senda adoquinada paralela al Segura. El cañizo a veces deja paso para poder ver el río y al otro lado la huerta, con los naranjos ya en flor, el azahar. Pasamos por la presa del Río Muerto para acceder al área recreativa, donde se prepara una paella de esas gigantes, de Libro Guinnes, para festejar la Romería de no sé qué... Pero no vemos muchos romeros por los alrededores. Ahí tomamos camino de regreso por la otra margen del río, hasta llegar a la Noria del Acebuche. Pasamos por el Puente de Hierro y a su vera, los paticos y el paseo adoquinado, ya en pleno casco urbano. En vez de seguir subiendo el río, aprovechamos para llegar hasta el punto de salida, en el Ayuntamiento. Antes de llegarnos al coche hacemos parada y fonda en "Las 4 esquinas", en el centro de Archena, dando cuenta de fresca cerveza y tapeo glorioso.



Destacar los dos batidos de chocolate de un trago de mi filio, Pablo, que se ha hecho más de la mitad del recorrido a patita, el sólo, sin descansar. Lo cual me permite decir, que aunque he reducido mi paso, se ha portado como un campeón. Yo tampoco me he portado mal, tres cervezas de un quite!!!!
En fin, lo mejor, la cervecica bien fría y las tapicas de pulpo, muslitos y brochetas de pollo, aunque el bareto bien merece también la pena por sus otras tapas de marisco y de carne (navajas, gambas, caballitos, tigres, almejas, mejillones, brochetas de marisco y de pollo, sepia a la plancha, calamares, y un largo etcétera...) .

Bueno, hay otras rutas por la zona que bien valdrán un "paseico" en este otoño que acontece.

























domingo, 5 de octubre de 2008

INICIO DE TEMPORADA (El Valle), 5 de octubre de 2008







Se van los calores y llegan las ganas de salir a caminar. Esta mañana Pablo asalta nuestra cama.





-"Despertad, es de día. Es la hora y cuarto", resabiado ya, con su lengua y media.





Así que aprovechando el buen día, decidimos empezar por algo sencillo para desentumecer músculos y articulaciones. Planificamos la ruta, preparamos almuerzo -hoy a base de frutas-, buscamos la botas y nos dirigimos al Valle (Parque Regional de Carrascoy y El Valle).





La ruta la empezamos en la proximidades de la Ermita de San Antonio el Pobre, en Santo Angel. Subimos por la pista, pasamos por el Arboretum hasta llegar al Albergue, para descender frente a éste, por la derecha, a la Rambla del Valle. Seguimos la senda unos metros y cruzamos la rambla, después de ver el pequeño Acueducto que todavía se conserva en buen estado. Vamos a subir un poco por la Senda de las Columnas, desde donde tenemos una buena panorámica de Murcia y su huerta y sus autovías y sus polígonos industriales, sus gruas y sus continuadas edificaciones....





La cosa empieza a ponerse seria en esta umbría y como sabemos a lo que vamos, antes de romper piernas, tomamos una senda a la izquierda, otra vez hasta la rambla del Valle, donde retomamos el PR que la asciende, lentamente hasta entroncar con la pista de El Sequen.





En las laderas vegetación a base de pino carrasco y matorral de romero, tomillo, esparto, etc. En la rambla dominan los arboles caducifolios, (álamos, olmos) y muchas zonas de habitual encharcamiento con juncos, baladres, zarzaparrillas y rosales silvestres. En la parada que hacemos para reponernos un poco, observamos en el silencio, una ardilla sobre nuestras cabezas.





Hemos echado un ratico, como quien dice, y es hora de volver. Descendemos de nuevo hasta la Ermita de San Antonio el Pobre. Habremos estado una hora y media caminando. Estiramos un poco y al coche, que tengo que preparar un arroz con conejo!!!


lunes, 28 de abril de 2008

La senda de los estraperlistas (Calasparra, 27/04/2008)


Ya andaba yo con ganas de meterle mano a esta zona donde el Segura se abre paso a través de la caliza formando impresionantes cañones, como el de La Mulata o Los Almadenes.






En un inicio de ruta cómodo que sale a los pies del Cerro del Castillico llegamos al punto desde el cual se puede bajar y ver la Cueva de los Monigotes. No pudimos hacerlo porque el acceso está cerrado con valla y candado y hace falta pedir la llave al organismo de turno. Continuamos por el camino de la derecha unos metros, hasta que el recorrido se hace ya por la senda, señalizada a veces por la franja rojiblanca de GR y otras por la disposición de una pirámide de piedras. En lo alto del cañón por donde caminamos predomina el pino y el esparto.

Desde arriba del cañon, las vistas son espectaculares. En el camino, un par de chozas hechas con esparto -una de ellas muy bien cuidada-, que nos llaman la atención. Descendemos hacia el rio y llegamos hasta el vértice donde se unen el Segura y el Quipar, en la Casa de la Maestra. A pesar de que una señal indica que el GR continúa a través de la maleza y la vegetación de ribera, este es buen punto para almorzar, darnos un trago de vino y un pequeño descanso antes de deshacer el camino.

martes, 15 de abril de 2008

Cañaverosa. El bosque galería (13/04/08)

Un paseo dominical por la Senda de la Huertecica nos adentró en el bosque galería, en la margen derecha del Segura, donde las ramas de olmos, álamos, chopos y tarays, mecidas por el viento de Lebeche, que sin duda, hacen a esas horas las delicias de mis colegas windsurferos, arrullan al canto del mirlo o del ruiseñor. Tras unos veinte minutos, la senda maracada por la señal roja y blanca de un GR, finaliza en un recodo del rio, donde al otro lado, entre el cañizo y las zarzas, se adivina su continuidad.
Nosotros optamos por regresar y hacer una parada en el camino de vuelta, a la orilla del río, donde echar un trago de vino y tomar un
bocado de queso y pan.



martes, 1 de abril de 2008

LA IDEA. Calasparra (30/03/2008)







Mi idea al abrir este blog es ir un poco más allá en las salidas al monte. Hasta ahora la salida al monte ha terminado en la propia salida o en el almuerzo al finalizarla, quedando de ello recuerdos durante unos días y algunas fotos que, de vez en cuando nos ponemos a ver en casa. Pero quiero darle un matiz adicional, a modo de diario, de bitácora. De una forma sencilla, con algunas fotos, algunos comentarios o anécdotas quiero mostrar las sensaciones que me dejó el lugar. Estas son mis sensaciones...




La última salida al monte la hice con Pablo, el 30/03/2008 a Calasparra. En realidad fue un poco urbana y un poco de monte, algo sencillo, para echar un ratico, pues con el cambio de hora no nos daba para mucho más, si queríamos comer en casa el estupendo cous cous con verduras y cordero que tenía preparado. Hicimos la subida al castillo y bajamos por los tunelillos que servían para pasar el mineral extraido de las minas situadas al sur (minas de Gilico) con la estación de ferrocarril, al norte.


Antes de atravesar los tunelillos, impresionantes vistas del cañón que forma el rio Argos antes de entroncar con el Segura.