Mostrando entradas con la etiqueta norias. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta norias. Mostrar todas las entradas

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Abarán. Las norias, los Tanas y los “condenaos” (8-12-2009)

Martes, día 8 de diciembre, último día del puente. Son las 7 de la mañana, Darío ya no quiere más cuna y me hace levantar para ver el amanecer, con su rostro regordete pegado al mío, con sus ojos fijos en el horizonte, incomprensible para él y en esta soledad, admirable para mí. Hará un día estupendo, como lo ha estado haciendo todo el puente. Con un gritito infantil y unas palmadas de alegría, me devuelve a la realidad y me crea la necesidad de darle un par de vueltas a la cabeza para ver la manera de aprovechar el día.


Tengo ganas de un poco de trajín, de salir a andar y de darle un poco de caña a las piernas. Cuando el resto del personal se levanta aprovecho el desayuno para plantear la idea: ¿Qué tal un paseo por el monte? Hay que decidir dónde, rápidamente. Se barajan varias posibilidades y hacemos un par de consultas por internet. Finalmente optamos por un corto “paseo familiar” siguiendo la orilla del río Segura en Abarán: “El sendero de las norias”. Un recorrido por cuatro de las cinco norias que aún quedan en la villa. Sobre las 11 estamos en la Noria Grande, que nos deja impresionados por su tamaño (11,9 mt de diámetro) y porque aún sigue funcionando y abasteciendo de agua para riego a unas 155 tahúllas de huerta. Continuamos aguas arriba del Segura, pasando por la “potabilizadora” y un camino entre parcelas de huerta que nos lleva a una noria, que con sus 9 metros de diámetro, es la segunda más grande y abastece de agua para riego a unas 250 tahúllas. Las dos se conservan en buen estado. Regresamos sobre nuestros pasos, dejando atrás la Noria grande, cruzamos una pasarela sobre el río y nos encontramos frente a un cartel indicador de la tercera noria. Pero no vemos ni rastro de ella hasta que un paisano nos dice por donde para. Sólo hay que levantar la vista sobre el cartel y verla detrás de los huertos, elevando el agua, impasible en su rutina. Para llegar a la cuarta noria, continuamos ese mismo camino aguas abajo y nos la encontramos, desvencijada, tras un huerto, en mal estado y lógicamente sin funcionar. El paso del tiempo ha podido con ella, con sus cangilones de madera, que han desaparecido deshechos por el agua, y de las palas quedan un par de testigos a sus pies. Regresamos a la noria grande, cruzando de nuevo el rio por la pasarela , hasta el pequeño aparcamiento donde habíamos dejado el coche.


Es la hora de echarle de comer al cuerpo y callejeamos por el centro de Abarán, pasando por la plaza de toros, bajando hacia el ayuntamiento y en una de estas encontramos nuestro bar. El bar del pueblo. El de Los Tanas. Unos tercios bien fríos, un ensalada de tomates con olivas y atún, unas chirlas, atún de hijada a la plancha, unos caballitos, una de huevas también a la plancha... Y nos quedamos con las ganas de seguir probando todo lo que tenían: chapinas, gambas al ajillo, empanadillas caseras, salmueras, croquetas de jamón, bacalao... pero para eso hay que andar al menos un par de horas o tres más.



Saliendo del bar, en una callejuela próxima hay una confitería casera, El Paso, de las que tienen el cuarto de estar pegado al despacho, y en la que hacen unos dulces caseros de tal calidad que Mar no quiere marcharse de Abarán sin comprar los típicos “condenaos”, que dicen elaborados con la masa de los restos que quedan de hacer otros dulces... Simplemente deliciosos, con crema y una capita de azúcar por encima y ese sabor a canela....


Volvemos para Murcia en coche sobre las tres de la tarde, echando una siesta a propósito de la toña que nos entra cuando el sol todavía en alto y caliente se queda amarrado a nuestros rostros y nos persigue plácidamente por la carretera, en este diciembre primaveral; en este diciembre que no es diciembre.