lunes, 26 de diciembre de 2016

UN PASEO LITERARIO por calles de Murcia.


Portada del libro

Paco López Mengual (Molina de Segura, 1962) es el autor de UN PASEO LITERARIO por calles de Murcia, un libro que está hecho de relatos para caminar e imaginar, o como él mismo dice, “una caracola que susurra viejas historias y leyendas de la ciudad al paseante que atraviesa las calles de Murcia”.
Ahora yo, que juego con ventaja, te invito a tomar el libro entre tus manos, deambular por las calles de Murcia pensando en quién las moró, pensando en sus gentes de antaño, en sus ropas, sus saludos, sus crueldades, sus amoríos y sus misterios.
Una tarde de otoño, en sábado, creo que el 26 de noviembre,  nos llenamos de un poco de la historia de la ciudad de Murcia. De esa historia con anécdotas, que se te queda grabada en la cabeza para contar a los tuyos, por lo buenas que son y por lo bien que te las han contado.
Un grupo del Club de Lectura del Barrio del Carmen, quedó en la plaza de Santo Domingo con Paco, mercero y autor de varias novelas, cuentos y libros sobre la historia de Molina de Murcia y Murcia.
Nos lo comentaron unos amigos y fuimos, llamados por la curiosidad de algo que hemos vivido en otras ciudades de Europa y que ahora se nos brindaba en la nuestra propia.
Paco nos reúne en círculo, al lado del ficus de Santo Domingo. El no le llama ficus, sino “árbol” y nos cuenta sobre su historia, sobre Ricardo Codorniu,  y la hila con el esperanto y con el autogiro de Juan de la Cierva. Y ahí mismo, al pie del busto de este insigne ingeniero forestal, continua con un relato sobre bandoleros, la historia de Jaime Alfonso “el barbudo”, que tras matar a un ladrón, se refugió en la Sierra de la Pila para evitar represalias y acabó convertido en el jefe de una gran banda de bandidos que después de diversos avatares (llegó a luchar contra Napoleón al lado de las tropas españolas), acabó ahorcado en esta plaza de Santo Domingo.
Plano del recorrido recomendado por el autor en su libro

De ahí nos trasladamos ante la fachada del Teatro Romea, atravesando el Arco de Santo Domingo y Paco nos cuenta cómo ante la petición de la gente, se decide construir un gran teatro en el cual representar las obras de las grandes compañías. El lugar elegido será un solar expropiado a los dominicos, que albergaba huertos, jardines y un antiguo cementerio. Con el inicio de las obras, un fraile lanzó una maldición por la exhumación de los restos de los dominicos. Después de varios incendios y para evitar que esta maldición no se llevara a cabo, siempre queda una butaca libre en el Teatro.
Aquí también nos habló de dos premios Nobel de Literatura vinculados con la ciudad, pero con escaso reconocimiento en ella, Don Jacinto Benavente y Don José Echegaray.
Reanudamos el caminar y callejeando por la calle Alfaro y aledañas, nos cuenta ahora las historias del “caballero cornudo” y del “crimen del hostal La Perla”. Estamos plenamente concentrados en las historias, en los edificios, en el pasado. Llueve escasamente, y esto acentúa aún más esa sensación novelesca que nos invade. Nos detenemos frente a la iglesia de San Bartolomé, donde Paco nos cuenta la preciosa historia de Antonete Galvez, sobre cuyo desconocimiento, sentí cierta vergüenza histórico-cultural.
Antonete era un agricultor de Torreagüera, nacido en 1819. Se convirtió en un joven culto, que pronto destacó en los negocios agrícolas. Asomó a la política, como demócrata y republicano, muy querido por las clases más humildes. Protagonizó varias rebeliones, entre ellas la llevada a cabo para derribar al nuevo rey Amadeo de Saboya y proclamar una República Federal. El León de la Huerta, le llamaban. Tenía deseos de cambiar el mundo. Hizo del rojo, el color de su bandera. Cuando se proclamó en España la Primera República, federalista a más no poder, siguió a Manuel Cárceles, proclamando el Cantón Murciano. El cantonalismo se extendió por muchas provincias de España, pero sólo en Murcia consiguió proclamar la independencia y declarar la guerra a España (chúpate esa marquesa!) . Murcia fue independiente por unos seis meses, ni Cataluña ni País Vasco.

Y flipo mientras me cuenta este pasaje histórico, y le doy en los hombros a mis críos para que presten atención y dejen de mirar a Bavia. Muchas anécdotas de este insigne murciano se suceden…y hacemos mutis al caer en la plaza de Santa Catalina, donde el autor nos hace llegar por su ardiente pasado, lugar que hasta el siglo XVIII, hizo de plaza mayor. En ella vivió Julián Romea y en ella murieron quemados más de doscientos murcianos; y en ella se reunía el Consejo de Hombres Buenos, y es donde ahora nos reunimos a tomar unas cañas, unas marineras, un pulpico al horno o unos pastelicos de carne,  con unos quintos de Estrella, a pasar un ratico de charleta, bajo el sol de Murcia y los balcones enjaezados de geranios y claveles.
Detalle en el interior del libro

domingo, 11 de diciembre de 2016

El no lo sabe, pero...

Pablo hace tiempo que pasa de competir en carreras de estas que llamamos populares. Y es que se la trae floja. Me lo ha dicho de otra manera, pero es asi. Ha ganado un par de veces en las distancias de su categoria, los 1000 metros, los 1500, etc...y acaba reventado, porque lo da todo, desde el principio al final. Y hace tiempo que le animamos a competir de nuevo, pero pasa. Hoy habia una prueba en Lorqui, en la que participaban su madre y su hermano, éste más pequeño, y otros amigos y sus hijas. Su madre le ha metido caña a ver si se animaba a participar. No queria, no por ganduleria, que entrena 3 dias a la semana a basket, incluso con los infantiles, y juega uno o dos partidos tambien a la semana, sino por falta de motivacion o no se...
Entonces, comiendose las uñas, retorciendose los dedos, apretando los dientes mostrando sus brackets, nos dice que quiere participar.
Cuando les llaman a la linea de salida, se coloca bien, en primera, codo con codo con su amigo Said. Es su rival mas directo. Se muerde las uñas, se inclina hacia adelante  se balancea como un niño, nervioso, espitoso por salir a correr. 1,2,3 todos salen....
A los 3 minutos y poco, los vemos llegar, codo con codo, Said y Pablo. Les quedan 200 metros. Said intenta colarse por su derecha con un codazo, Pablo lo detiene alargando su brazo, estirando la zancada, mordiendo el hierro de sus dientes, con la mirada fija en la linea de meta, que me obliga a respirar hondo y a pensar.... "me lo ha dicho todo asi, tu eres consciente de lo que puedes hacer". Entra primero, con dos metros de ventaja sobre su amigo.
Al terminar, se ha abrazado con Said, sabedores ambos del esfuerzo realizado, con el resuello todavia en la garganta aspera, y con los labios secos, como galgo recien corrido.




El aire llega a los
pulmones y te deja
con la boca abierta.
De Alfonso Parra, "Sonetos malnacidos"

domingo, 4 de diciembre de 2016

Domingo de lluvias, 4 de diciembre.

En estos inusuales días de lluvia, espectaculares por lo poco habitual de ellos en este árido sureste peninsular, creo que tengo algunas posibilidades para que la jornada trascurra sencillamente: me puedo quedar en casa lamentándome de lo infame del clima; puedo salir a la calle con chubasquero, botas, paraguas y todo lo que haga falta, para evitar calentarme la cabeza; o puedo quedarme en casa, cambiando el chip y buscando alternativas al “buen tiempo”. Porque la lluvia así de fina y ocupante, es síntoma de que todo anda, como tiene que andar.

Y hay un poco de todo.

En la mañana, Mar lleva a Pablo al partido de baloncesto con los infantiles, que pierden.  Durante el mismo, ella hace su entrenamiento de carrera, 7 km y llega empapada pero con los deberes hechos. A la vuelta, para en Las Palomas, y compra unas raciones de migas para comer.

Encendemos una lumbre, para dar cuenta de esas migas con tropezones de tocino, salchicha y boquerones, con granada y uvas. De postre, queso de oveja viejo y vino jumillano.

Después, para los zagales, que no aguantan una hora sentados, preparo un trabajo con arcilla: unas tablas con nuestros nombres y unos pequeños recipientes. Los pintamos y barnizamos. Y cada uno es como es. Y hay uno que va a la ligera y otro, que va más concentrado; y éste, se mete con el uno y el uno se enfada con el otro; y yo en medio, que no soy ni uno ni otro, ni tampoco un niño. Al uno le cojo de la mano y le digo cómo trabajar, y al otro le mando ahora a limpiar pinceles, que falta les hace y en esto abro un tubo de verde cadmio de Antonio Zuloaga, para enseñarle al otro cómo transformar una superficie que te está llamando, en una parte de tus manos.

Y llueve, que hace que brille el morado de la lavanda y se mezcla con el humo de la leña de melocotonero que arde en la lumbre. Y sigo con el uno, al que ahora mando a por leña bajo la lluvia y con el otro después, que hago que busque con la mirada, las formas que la arcilla puede tener, o lo mando a lo mismo. Y al uno y al otro, me los termino llevando a mi barrio y terminan su trabajo, dándole barniz a las arcillas, y dando yo la sesión por concluida.

Ahora juegan con las tablet, al Minecraft, o al Clan Royal, y ahí ya no hace falta ni árbitro ni valedor, que ya se valen ellos para organizar su juego… y me tomo un whisky, con coca cola, con la lumbre y la leña de melocotonero, que me sabe a gloria, con la lluvia rompiendo en los cristales y la mano de Mar, acariciándome el pelo.